Ya sean desdichadas o felices, es decir, diferentes o parecidas ùsegún la célebre definición de Tolstóiù, todas las familias tienen sus extraños: aquellos individuos de quienes tal vez sólo se conserva un puñado de noticias dispersas y a los que, sin embargo, se alude con cierta frecuencia por algún enigmático suceso, por su peculiar oficio o por la fuerza misma de su singular personalidad, que los obligó a permanecer alejados del devenir corriente de la familia. Rostros, por tanto, huidizos, muchas veces en la frontera del olvido definitivo. Para rescatarlos de esta frontera última y para saciar una antigua curiosidad ùla que proviene, pura e ingenua, de los relatos inconexos escuchados durante la infanciaù, el narrador reúne en este extraordinario libro a cuatro de sus extraños para intentar reconstruir, sirviéndose de los pocos recuerdos heredados pero también aventurándose en investigaciones personales (viajes, documentos, etcétera), la trayectoria vital de cada uno de ellos, sus ambiciones y fracasos, así como para determinar cuál fue el motivo principal de su extrañeza y, por tanto, de su alejamiento. Y en esta aproximación, el narrador ùtal vez el auténtico protagonista de este libroù no sólo descubre hechos y confluencias sorprendentes, sino que consigue también conocer mejor la identidad y el transcurso de una familia común, con sus olvidos y sus afectos, sus temores y sus esperanzas.
La muerte de Franco y la transición política se convierten en el paisaje de fondo por el que se mueven los protagonistas de esta nueva novela del escritor ibicenco Vicente Valero, "cuatro amigos inseparables" que viven su particular transición, la de la infancia a la adolescencia, en una época convulsa de cambios rápidos e imprevisibles, y en una comunidad pequeña y cerrada, insular, dedicada sobre todo al turismo. El narrador rememora aquel tiempo que fue -más allá de su significación política- un rico escenario de descubrimientos, de temores, de expectativas, en el que los adultos tuvieron que adaptarse a las nuevas circunstancias y buscar un nuevo lugar en la sociedad que se inauguraba, ante la mirada atenta y muchas veces perpleja de los adolescentes. El encuentro de los amigos veinte años después para asistir al entierro de uno de ellos provoca una doble rememoración: la de los años infantiles y la del día del funeral del amigo muerto, cuando los "amigos inseparables" de entonces son ya jóvenes en transición hacia la madurez. De nuevo, un inspirado Valero nos ofrece una obra portentosa sobre la memoria particular y la memoria colectiva. Novela de transiciones, pues, en la que su autor, con una prosa que acoge con la misma fuerza expresiva la ternura y el humor, los hechos históricos y las impresiones personales, la ficción y la realidad, dibuja un retrato esencial de los niños de la Transición.
Una antigua costumbre social ?la de visitar a los enfermos? se convierte, en esta nueva novela de Vicente Valero, en el pretexto único para la creación de un original y atractivo mosaico de historias y retratos. Como en Las transiciones (Periférica, 2016), el narrador vuelve a los años de la infancia y a su isla natal para indagar en el estado de una sociedad que está a punto de asistir a la muerte de Franco y al comienzo de la Transición con sensaciones encontradas, las propias de un viejo y anquilosado mundo que se derrumba y en el que sólo el turismo reciente parece haber empezado a ejercer un papel novedoso y modernizador. Pero Enfermos antiguos, además de ser un retrato implacable de la sociedad de aquellos años, es sobre todo una novela sobre la infancia, con sus insólitos descubrimientos y efímeras certezas, que propician un jugoso y divertido anecdotario, y su persistente atmósfera familiar, la misma con la que el autor construyó Los extraños (Periférica, 2014): la historia, en fin, de un convulso aprendizaje en tiempos de cambios profundos y decisivos, en la que el lector podrá encontrar situaciones y personajes tan cercanos como inolvidables.